Making of del vídeo clip “Estoy en ello” de la cantante poblana Maho, realizado en diciembre de 2011
Making of del vídeo clip “Estoy en ello” de la cantante poblana Maho, realizado en diciembre de 2011
Mi buen amigo Sebastián Cruz García grabó este vídeo de la interpretación del tema Two Beers. Un ragtime con evidentes influencias de Chet Atkins, aunque la forma de tocar los bajos es del estilo Merle Travis. Compuesto hacia 1980 con una guitarra Eko de 12 cuerdas. En el video la guitarra es una Guild CT-40 de 1978.
Después de 18 años desde su realización y tras un proceso de digitalización, reedición y subtitulación en castellano, aquí está el documental completo La Biblia Valenciana. Para mayor información, ver los articulos La Biblia Valenciana y La Biblia Valenciana -Álbum fotográfico- de este mismo blog.
Retrato costumbrista
Estrenada en el año 2000, esta película de los hermanos Joel y Ethan Coen es un ejemplo palpable de cómo hacer un cine con carga de profundidad, un retrato costumbrista del Sur de los Estados Unidos, una recreación de La Odisea de Homero que se convierte en una Road Movie por las tierras de Mississippi, una película, en fin, que, como el cerdo, no tiene desperdicio.
Desde el punto de vista del guión, las continuas referencias al viaje de Ulises y sus compañeros a Ítaca, transformadas aquí en la huida de la prisión de tres convictos y ambientada en los años 30, es sólo uno más de los innumerables guiños que los Coen nos hacen continuamente a lo largo del film.
Al igual que en la otras películas de los Coen, Rising Arizona (1987), Fargo (1996), pero sobre todo en ésta, el retrato al aguafuerte de un territorio y unos personajes es el factor fundamental de la trama, aunque para los no conocedores de los aspectos sociológicos e históricos, incluso musicales, que se retratan, el film queda reducido a una comedia más o menos divertida e incluso, para algunos, exagerada y sobre interpretada.
Aún así, Ethan Coen tiene la habilidad en el guión de desmenuzar con precisión quirúrgica todos los tópicos de esa Norteamérica rural, ignorante, asentada en la religión y el racismo, llenando la trama de una extensa galería de tipos humanos que representan fielmente el Sur profundo de los años de la Depresión. Todo ello con un humor negro, ácido, pero que, finalmente, con la combinación de situaciones cómicas, acaba impregnando los personajes de una ternura que hace que el espectador acabe perdonando sus faltas.
Desde el trabajador de ferrocarril negro que les profetiza el futuro, el bluesman negro dispuesto a vender su alma al diablo como Robert Johnson en el cruce de caminos, el director de emisora radiofónica ciego canturreando la canción mientras golpea con su bastón el cristal del estudio, el atracador de bancos remedo del gangster Baby Face Nelson, el vendedor de Biblias tuerto y embaucador, el gordo candidato a senador del estado y su hijo tragaldabas, … todo un zoológico humano que el guión, apoyándose en el esperpento, consigue fijar en nuestra memoria para siempre.
Pero ningún texto se sustenta sin un buen elenco. Esta fue la primera película en la que los Coen utilizaron una estrella de Hollywood como George Clooney en el papel protagonista de Everett Ulises McGill y el tiro les salió redondo porque el actor de Kentucky lo borda. La película debe verse en su versión original para ver
el trabajo de la estrella en acentos y expresiones sureñas. También esplendidos sus compañeros de huída John Turturro y Tim Blake Nelson en sus papeles del ambicioso ingenuo y del patético retrasado. Los tres refuerzan su trabajo con una interpretación en play back perfecta, tanto en el gesto como en el lip sync, del tema icono del film I´m a man of constant sorrow . De hecho la mayor parte del personal cree que Clooney canta realmente la canción interpretada en realidad por Dan Taminsky de Union Station.
El resto del reparto, a los que yo no llamaría en este caso secundarios, Chris Thomas King, John Goodman, Holly Hunter, Charles Darning, Michael Badalucco, en el breve espacio de tiempo que una película coral como esta deja a las interpretaciones, dejan huella en el recuerdo del espectador. Los diálogos bien construidos que los Coen suministran a los actores están llenos de humor negro, irónico, irreverente, pero siempre brillantes. Una perla.
No puede, en esta película, pasarse por alto la música, vehículo conductor, dinamizadora de situaciones. Sin llegar a ser un musical, el único nexo serían los Soggy Bottom Boys, la banda sonora del film funciona como un reloj. El productor musical T. Bone Burnett se encargó de recopilar toda una batería de temas populares coetáneos con la época en la que transcurre la acción para envolver la trama, convirtiendo la ambientación sonora en parte del texto. Mucho más que una banda sonora.
En los aspectos puramente fílmicos visuales, la dirección de fotografía de Roger Deakins es magistral. Los grandes planos en tonos amarillos y ocres respetan fielmente el paisaje plano de Mississippi, dotando a la película de una cierta sensación de desolación. Por otra parte el tratamiento fotográfico en las secuencias oníricas y puente como el bautismo comunitario en el río, las mujeres, remedo de las sirenas de la Odisea, que los seducen o el ritual del Ku Klux Klan, es sencillamente magistral.
En resumen, una mirada con gran sentido del humor, el gag del intento frustrado de subir al tren nos acerca a cine mudo, pero una mirada que despedaza sin piedad todos los tópicos de una cultura magnificada por el cine norteamericano dejándola en su justo lugar, una mirada humanística que retrata hombres y mujeres prisioneros de sus propias miserias y los sitúa en su verdadero contexto.
Los Coen son, sin lugar a dudas, los mejores hermanos de la historia del cinematógrafo desde los Marx, con permiso de los Warner, Groucho dixit.
Links de interés
http://bkhannoblog.blogspot.mx/2005/08/odisea-ii-o-brother-where-art-thou.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Hermanos_Coen
Mucho ruido y pocas nueces.
Afrontar el reto de hacer una película a partir de un libro editado previamente es siempre una ecuación difícil de resolver. Pero si el autor de la novela es Gabriel García Márquez, la tarea se vuelve poco menos que imposible. Y no sólo por la capacidad de abstracción que guionistas y director deben hacer para convertir el texto en imágenes, sino también por las servidumbres que la producción asume para llevar a cabo un proyecto fílmico que, aunque inicialmente destinado al éxito dado el tirón y el reconocimiento que un laureado premio Nobel tiene, esas mismas ventajas de partida en los aspectos de publicidad y distribución, se convierten en un lastre que acaban repercutiendo en el resultado final que se proyecta en la pantalla y que es, en definitiva, lo que el público juzga.
Vamos por partes. La novela, y por ende la película, se basa en la premisa de un anciano que el día que cumple noventa años, decide darse una fiesta en un burdel con una niña virgen de 14 años, pero que, llegado a la hora de la verdad y con la niña dormida en la cama, sólo puede mirarla y reflexionar, rememorando su propia vida, sobre la vejez y el amor. No se trata aquí de hacer una exégesis del texto de García Márquez, inspirado en la novela de Yasunari Kabawata, La casa de las bellas dormidas, pero el texto, además de un buen punto de inicio, está plagado de frases excepcionales. Recomendable. Aunque con grandes frases no se hacen grandes películas.
No es baladí el hecho de que el director y alma mater del proyecto sea Henning Carlsen, Dilemma (1962), Hambre (1966), Oviri (1986), Pan (1995), director danés de 85 años, llevando a la gran pantalla la obra de un renombrado autor de 85 años, su agente literario es Carmen Balcells, sobre las tribulaciones de un señor de 90. Primer punto de atención para la producción. Pretender levantar un rodaje en el que debe aparecer una niña de catorce años desnuda, sin que se te echen encima todas las asociaciones en defensa de derechos habidos y por haber del mundo mundial, tiene menos futuro que el encargado de vestuario de una película porno. Segundo punto de atención para la producción. Creer, seguramente helados por el frío danés, que plantear el rodaje en un país caribeño como Cuba primero o Puebla en México, ayuda económica incluida, después, facilitaría las cosas, es, como mínimo, una falta de visión estratégica imperdonable por decirlo suave. Seis años para levantar el proyecto. Tercer punto de atención para la producción.
El resultado final es que se acaba rodando en Campeche, México, a hurtadillas, y la niña de catorce se convierte en una chica de veinte años interpretada por una actriz de treinta. Nos hemos cargado la premisa inicial.
En esos casos es difícil, porque no estás en la cocina, entender las razones contractuales o económicas, tal vez sentimentales, que hacen que, a pesar de todo, los proyectos sigan adelante contra viento y marea y que, como estaba previsto, acaben estrellándose contra un iceberg. No hay nada nuevo bajo el sol.
En cuanto a los aspectos meramente artísticos, el elenco está debidamente desproporcionado con un Emilio Echavarría que hace un esfuerzo ímprobo por ser un anciano de 90 años pero con resultados desiguales, según secuencia, unas Geraldine Chaplin y Ángela Molina que no acaban de cuajar en sus papeles, da la impresión que no se los creen, y un casting de secundarios que parece reclutado por el antiguo método marinero de la leva en las calles de San Francisco de Campeche. Cosas de la producción.
Técnicamente y dando por supuesto los esfuerzos y el interés de Carlsen y todo su equipo en provocar una mínima reacción en los que, sentados en un cómodo sillón con palomitas y Coca Cola en ristre, tienen la última palabra, la película transcurre a duras penas. Debo de reconocer que mi crítica no es del todo ecuánime porque en algunos momentos me dormí. Insoportable el ligero desenfoque que tenía toda la proyección, tal vez la copia o que el proyeccionista también sucumbió en los brazos de Morfeo.
En fin, en el cine muchas veces, o casi siempre, el director quiere pero la producción no puede.
¡Qué bonito es Guanajuato!
Hace un tiempo, bueno a decir verdad bastante tiempo, asistí a un concierto del guitarrista Al Di Meola. Unos días después, una crítica encabezaba el texto diciendo ¡qué bonitas son las molduras del teatro! Algo así pasa con la película Luna Escondida –Hidden Moon- del sonorense Pepe Bojórquez (Mar de sueños, México 2008) que interviene como guionista, productor y director de esta coproducción entre México y Estados Unidos.
Rodada en Los Ángeles, Guanajuato y Veracruz, una trama romántica, algo cursi en algunos momentos, retrata la historia de una chica que ha ido a Hollywood en busca de sus sueños: ser actriz de éxito. Al no conseguirlo y tras una acción reprobable, asiste a un funeral donde pone en entredicho la reputación del finado, retorna a su ciudad natal para tratar de salvar la vida de su padre gravemente enfermo. Allí le espera en el taller artesanal de fabricación de velas familiar, un antiguo novio que siempre la estuvo esperando. Al mismo tiempo, el hijo del difunto, por supuesto de familia ultra rica de Beverly Hills, viaja a Guanajuato tratando de descubrir quién está detrás de todo el complot y así devolver la tranquilidad a su familia. ¿Sorpresa?, acaba enamorándose de la chica. Se completó el triángulo. Lo que sigue no lo voy a contar, pero no apostaría contra que la chica acaba con el natural del terreno.
Con este story line, propio de telenovela de doscientos capítulos, se construye una historia, no exenta de pretenciosidad, en la que los diálogos hablan de perseguir un sueño, las diferentes formas de ver la vida y resolver los cotidianos problemas entre ricos y pobres, que no hace falta irse a otro lugar para tener una vida mejor o cómo decidirse entre dos galanes que te cortejan, en este caso hace falta un incendio.
Pero ciento veintidós minutos no dan para tanto. Sobre todo porque los secundarios, verdaderos pilares que sustentan tramas de este estilo, no llegan a desarrollarse y lo que queda flota en la superficie como el aceite. Aunque seas Linda Grey y aparezcas en los títulos de crédito al mismo nivel que los protagonistas principales.
Aparte del desastre de la sala Lumiére, comenzó la proyección con el cacheado mal, sólo se veía media pantalla y una copia en no muy buen estado, la película tiene un comienzo titubeante pero agarra algo de fuelle a medida que transcurren los minutos. Buena fotografía de Christopher Chomyn, pero un montaje con planos extra cortos que acaban sacándote de la historia. Excelente la banda sonora del oscarizado Luís Bacalov, el tema principal está interpretado por Il Volo, para escucharla en casa tranquilamente en el equipo. En la película remarca excesivamente la acción y el drama situándose a veces en un plano por encima de su verdadera función.
El elenco está encabezado por la actriz Ana Serradilla (La otra familia), secundada por los galanes Wes Bentley (American Beauty) y Osvaldo de León (La noche de las Flores), quienes tratan con su trabajo actoral mantener la atención del espectador aunque la procedencia televisiva suele ser un lastre cuando hay que aguantar un primer plano en la gran pantalla. Decir sin decir.
En resumen, una película para amantes del romance y la telenovela que, a pesar de los esfuerzos del marketing y la publicidad por convertirla en adalid de valores varios, no pasará a la historia de la cinematografía.
El documental La Corona de Aragón fue producido entre octubre y diciembre de 2005 por la Consejería de Cultura, Educación y Deporte de la Generalitat Valenciana, con la colaboración del Ministerio de Cultura. El equipo estuvo compuesto por:
Producción ejecutiva: Mario Pereiró. Guión y locución: Vicent Artur Moreno. Voz en off: Rafa Higón. Música: César Pallás y Enrique Pallás. Ayudantes de Producción: Marta García Haro y Coloma Thous. Ayudante de realización: Ángel Benítez. Maquillaje: Luisa Rodríguez. Infografía: Gustavo Muñoz. Imagen digital: Amparo Martínez. Cámara, edición y realización: Enrique Pallás.
Formó parte de la magna exposición sobre la Corona de Aragón que abrió sus puertas al público en el Carmen de Valencia a mediados de 2006.